Esta sencilla fórmula es muy útil para aplicarla en diversos contextos que tengan en común la consecución de un objetivo. Da igual que esa finalidad sea lograr que tu hijo empiece a “comportarse mejor”, conseguir mejorar la comunicación existente con tu pareja o incluso servirá para plantearle una subida de sueldo a tu jefe.

Por lo general comenzamos por el último paso, por “lo demás” y tiene su lógica, ya que aquello que queremos cambiar es lo que convertimos en nuestro objetivo prioritario de actuación, centrando en el todo nuestro enfoque y atención.

Por eso cuando tu hijo está teniendo a tu juicio un comportamiento inadecuado, todas tus preguntas y soluciones van centradas a erradicar esa conducta y a buscar un culpable. Preguntas como: “¿Por qué estás haciendo esto?” o “¿Qué he hecho yo para que te comportes así?”, como digo se centran exclusivamente en la conducta realizada, pero obviando las creencias que están escondidas y que son las que sirven de justificación y de base a la misma, en muchos casos de forma inconsciente.De ahí que cuando la conducta persiste es normal que digamos ¡Ya no sé qué más hacer!

Sí puedes hacer algo más. Ni que decir tiene que la finalidad será corregir el comportamiento antisocial, inapropiado o malsonante que pueda tener el niño. Pero es un hecho probado que si se siente desmotivado, juzgado por nuestras palabras y encima cree que no se le tiene en cuenta (que no pertenece) nos resultará mucho más complicado inculcarle esas nuevas habilidades a desarrollar. Para que vaya integrando esos nuevos conocimientos el niño (y el adulto) es recomendable que antes sigamos 3 pasos:

  1. Validar nuestros propios sentimientos.
  2. Validar los sentimientos de nuestro hijo
  3. Conectar con él.

Yo personalmente para lograr esto suelo comenzar por hacerme 3 preguntas ante cualquier situación que me suponga un reto con mi hijo (pero me sirven para cualquier otra cosa):

*¿Para qué se está comportando así? (Mensaje que me quiere transmitir por medio de la conducta. La conducta va a ser siempre su medio de comunicación para transmitirte algo. No te quedes en la simple acción)

*¿Qué es lo que le quiero enseñar? (Habilidad que creo que necesita mejorar)

¿Cómo se lo puede transmitir de una forma efectiva? (Estrategia a corto y medio plazo. Hay que tener en cuenta que no siempre aprendemos a la primera)

Con esta base, te resultará más fácil seguir los 3 pasos anteriores.

En primer lugar, valida tus propios sentimientos, es decir, asegúrate de estar emocionalmente en las condiciones idóneas para transmitirle todo lo mejor de ti a tú hijo. Si no es así, tómate el tiempo que precises y vuelve a la “escena del crimen” más tarde cuando realmente puedas aportar algo positivo.

Ahora ya puedes acercarte a él y validar sus sentimientos. Seguro estará tenso, nervioso, agitado o quizá todo lo contrario. En cualquier caso ambas situaciones emocionales tienen un nexo de unión y es que como decía Dreikurs, “un niño que se porta mal es un niño desmotivado”. A un niño en estas condiciones de poco le servirá el castigo, reprimendas o sermones, salvo para que intensifique aún más su creencia negativa o su ciclo vengativo. Es aconsejable darle credibilidad a eso que está sintiendo con frases como  “Me imagino que te tienes que sentir fatal por haber suspendido el examen” o “No creo que estés pasando por tu mejor momento ¿verdad? resultando básicos tanto el tono como los gestos no  verbales que usamos.

Por último, es muy útil exponer  situaciones similares a las  que tú te has enfrentado, ya sea como adulto o como niño y sobre todo qué hiciste y cómo te sentiste. Aprenderá tu hijo que no es un bicho raro, que lo que le pasa tiene solución y sobre todo a ponerle nombre a esa sensación tan rara que tiene dentro de su cuerpo. El etiquetarla será el primer paso para gestionarla positivamente.

A partir de ahí con los dos calmados, unidos y formando equipo es el momento de corregir, de buscar soluciones para que no vuelvan a repetirse las mismas situaciones y de pactar acuerdos con consecuencias en caso de incumplimiento.

A partir de ahí…”luego lo demás”.

 

Alex Calvache

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