“El amor, para que sea auténtico, debe costarnos.”
-Madre Teresa de Calcuta-
Llega un momento en la vida de toda mujer en la que sientes cómo esa niñez va dejando paso a una nueva etapa, a un nuevo ciclo de vida.
Esa niña de ayer, la mujer de hoy, observa cómo su propio cuerpo va sufriendo esa transformación que la propia naturaleza, por el desarrollo que toda persona sufre en las diferentes etapas de su andar por esta vida, se va haciendo palpable y visible de una manera armónica y hermosa. Comenzando por sus manos, alejadas de esas características infantiles y muy próximas a esas otras donde los esmaltes y brillos comienzan a dejar ciertas huellas que, posiblemente, le acompañarán durante muchos de esos años cargados de adolescencia y madurez.
Su cuerpo ya ha dejado de ser el de esa niña que tantas historias, cargadas de grandes dosis de imaginación, ha vivido. Los primeros destellos de esa belleza hacen ver en ella a una mujer llena de vida, con sus ojos, negros azabache, le sirven para iluminar un mundo donde las emociones y los sentimientos se viven de manera diferente. Ella ha escuchado, ha visto y ha decidido vivir inmersa, con todo lo que conlleva, una peculiar y apasionante manera de entender la vida que una persona, a la que quiere, ha decidido compartir con ella.
Esa tarde de invierno, mientras espera la llegada del Aroma de la Navidad, sentada a solas en su habitación, todos esos sentimientos que había comenzado a experimentar y conocer, inundaban su corazón y mente. Su cuerpo reaccionaba, de manera empírica, a esa vorágine de sensaciones que estaba viviendo en ese momento. El desconcierto, cierto desconsuelo y muchos miedos habían convertido esa tarde en toda una cascada de emociones, de manera tan intensa, que estaban terminando por convertirse en las grandes protagonistas de su realidad.
La mirada perdida dejaba nacer algunas de esas preguntas que tanto se había repetido estas últimas semanas:
¿Toda esta situación tendrá algún fin?
Con mis actuales reacciones, ¿qué estoy consiguiendo?
¿Estoy sacando algún aprendizaje positivo de toda esta situación?
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo en ese momento, desde el conocimiento de saber que para alguna de esas preguntas tenía unas posibles respuestas, para otras, ni siquiera deseaba tenerlas. Las consecuencias a estas respuestas las vivía en cada momento de sus relaciones familiares:
_ Pérdida de confianza.
_Cúmulo de malos modos en demasiadas conversaciones.
_Pagaba su enojo con todos los seres a los que amaba.
_Su mente no dejaba de azotarla con momentos amargos de forma continua.
_Sentía demasiada rabia acumulada para sentirse bien.
Con unas primeras lágrimas asomando, de nuevo, sobre sus bellos ojos, fijó su mirada en esa hoja que tenía ante ella. Una hoja en blanco sobre la que solo había sido capaz de escribir el inicio de unos objetivos que sabía necesarios para salir de su actual situación. Sentía como el bolígrafo que sostenía sobre su mano derecha llegaba a pesar tanto que le impedía desplazarlo por la hoja. No podía escribir nada, tenía tanto que compartir que no era capaz de definir, ni siquiera, por donde debía comenzar. Sintió la necesidad de cerrar sus ojos y descansar, para poder pensar, soñar y decidir…
Con esa rapidez, que solo cuando sueñas se produce, su mente la trasladó a un hermoso prado donde flores de diferentes colores llenaban por completo todo su espacio mientras contemplaba cómo diferentes animales correteando llenaban de vida ese momento. Mientras caminaba detrás de una cría de conejo vio cómo, bajo un árbol frondoso, se apreciaba algo parecido a una mecedora de madera. Mientras se aproximaba, contemplaba cómo el árbol presentaba un gran tronco con gruesas ramas, las cuales servían como guía para presentar, con una belleza que llegaba a deslumbrar, todo el color rojo a Navidad que albergaban sus hojas.
Con paso lento, contemplando y disfrutando de toda la belleza que existía a su alrededor, abrió un hermoso libro que se encontraba apoyado a los pies de su impresionante tronco. Sentada cómodamente pasaba sus finas manos por cada uno de los viejos pliegues que daban vida a la portada de dicho libro. El tacto rugoso del mismo, no difería mucho del gran tronco que daba sombra y protegía el momento que estaba viviendo. Dos letras, doradas y escritas en una lengua antigua (El Dô), invitaban a descubrir ese secreto que guardaba en su interior.
Abrir el libro y fijar sus negros ojos en las primeras palabras que aparecían ante ellos, dio paso a una suave música que nacía desde las hojas del árbol, una música que sonaba a navidad y que nunca antes había escuchado. Todo ello le sirvió para darle un brillo especial a la historia que ese libro tenía preparado para compartir con ella.
«Aparece escrito en libros tan antiguos como este, ésos donde se guardan muchos de los secretos de la humanidad, que cuando una persona se enamora de otra en esta vida, es porque en esa otra vida anterior, esa persona fue el amor de su vida. De esta manera, desde estos principios, hoy quiero compartir contigo, mi niña, esta hermosa historia.
Dicha historia habla de cómo a las personas les encanta vivir su vida de una manera binaria, es decir, les encanta contemplar su manera de vivir bien con tonos blancos y, en otros momentos, tonos negros.
Desde esa soledad de dos colores, ven la vida sólo con dos caminos por los que desarrollar sus experiencias y vivencias y, mi querida niña, el amor, que es el tema principal de este libro, tiene caminos compuestos por muchos más colores.
Mira un momento a tu alrededor, observa todo este valle lleno de hermosas flores, unas con colores más vivos, otras con unos tonos más suaves, algunas con cierta saturación que raya lo diferente, las menos con un contraste que las hace sobresalir sobre las demás; por último observa ésas que tienes bajo tus pies y verás como el brillo que emiten hacen que tú misma, tu propia belleza, se vea resaltada de manera natural. De igual manera que este surtido de flores, con sus características y antagonismos, ocurre con ese sentimiento que los humanos llamáis amor.
El amor llega a ser tan brillante, hermoso, lleno de contrastes, vivo y saturado como la pasión que las personas que aman son capaces de ponerle al sentimiento que viven. Mira mi niña, para tus relaciones actuales así como tus relaciones de futuro con otras personas, esa dicotomía de colores, el blanco o negro, te cerrarán muchas puertas.
Te eliminarán la capacidad de razonar, argumentar o incluso cambiar de opinión. Y no solo eso: para tu relación contigo mismo no te permitirá poder solucionar tus problemas de manera creativa ya que ésta necesita fluir sin ser previamente descartada por creencias o limitaciones que te enseñan en tu mundo de humanos.
Observa y míranos a nosotros, a la naturaleza que te rodea, te darás cuenta que no es necesario que todo sea tan radical y que al igual que ocurre con otras circunstancias, las flores que ahora quedan bajo tus pies y yo mismo que te facilito esta hermosa sombra, somos conocedores de que nuestro presente y el mañana de nuestra existencia nacerá desde la convivencia, el respeto y el amor entre los humanos y nosotros.
¿Sabes, mi niña?
Seguro que has llegado a pensar que algunas cosas que hace esa persona, las cuales hoy te ha traído hasta aquí, con toda esa carga de pensamientos y sentimientos que tanto dolor te han podido causar estos últimos tiempos, pueden provenir de una persona con cierta inmadurez, grados de irresponsabilidad y algunos síntomas de locura.
¿Sabes, mi niña?
Esa persona es un valiente porque tiene miedo. Recuerda: no es un súper hombre, es un valiente. Por eso, teme como todos, llega a temblar como todos y llora como todos. La diferencia entre esa persona y otros, los cobardes, es que cuando temen corren para refugiarse debajo de una manta, esa persona no acude a los brazos de esos aduladores que los esperan para compartirles sus miedos, y tampoco se esconde detrás de una botella de alcohol. El valiente no cree en el poder de amilanarse y si en la posibilidad de crecer, aprender de las nuevas experiencias, porque ha descubierto que el miedo se hace muy pequeñito cuando tú, como persona, te haces grande.
¿Sabes, mi niña?
Ese hombre ha hecho de su forma de entender el sentimiento del amor, una fórmula para compartir contigo que no necesita la aprobación de los demás para decidir cómo amar y con quién quiere compartir ese amor. Habrá muchos que a su manera de amar le llamen fantasía o locura, cuando para él ese amor solo se llama pasión.
Ten presente, querida niña, que las personas de mente pequeña piensan que sus límites son también tuyos, que su verdad sobre la manera de amar es la mejor y que cualquier otra cosa es desviarse. A pesar de saber todo esto, ese valiente ha aprendido a no dar más valor a lo que otros piensan que a lo que él cree y ha hecho suyo. Con ello, con lo que ha llegado a aprender, tiene que saber vivir, sabiendo que esto le conlleva grandes momentos de soledad.
A pesar de ello, tiene arraigada su verdad en el corazón, al igual que las grandes raíces que me sostienen en este paraje, para compartir contigo algo fundamental para su vida. Que con los sueños, los suyos, no se negocia.
¿Sabes, mi niña?
Ese hombre ha decidido que con respecto al amor, los límites los decide después. Y no porque se sienta un temerario, sino porque ha decidido comprobar la vida con sus propios ojos; y ama sin actuar al servicio de los resultados de ese amor que comparte, porque le sale, lo siente y cree en ello.
De esta manera, ha aprendido a disfrutar del amor desde el valor del esfuerzo, porque hacer algo que le sale del corazón le sirve para saber disfrutar de cada momento de esa manera de amar que ha soñado y, a pesar de no tener garantizada la correspondencia de amor, sabe que merece la pena por todo lo que está viviendo.
La valentía de esa persona, por su manera de amar, le hace ser consciente de cuánto está arriesgando y también de cuánto puede llegar a perder. Pero también sabe que el que no arriesga no… Nada.
Ni pierde, ni gana, ni sufre, ni ama. Es verdad, estás pensando que te gustaría, por tu propia comodidad, que fuera como esas otras personas normales. Para él es imposible, ha decidido que no quiere sentir lo que esos otros sienten, una existencia tan pobre que apenas tienen nada por lo que vivir y disfrutar de ellos mismos.
La valentía de unos ideales con sentido, porque él se ha atrevido a vivir el amor desde el corazón, sabiendo que tiene que decirle al mundo que no todo vale, pero que aquello por lo que sí vale hay que ir con toda la pasión que una persona es capaz de desarrollar.
Sabiendo decir no cuando es necesario, porque los valientes no están para complacer a todo el mundo, porque esa complacencia es la mejor manera que existe para perder la autenticidad. Y para poder defender esos criterios, sabe que algunas decisiones podrán resultar dolorosas, pero es la mejor manera que ha encontrado para decirle a ese mundo que «aquí estoy yo».
Y para terminar, mi adorable niña, esa persona acepta el mundo como es, con sus alegrías, tristezas, ilusiones, desengaños, sinsabores, decepciones, miedos y descréditos. Ha sabido percibir cómo tiene que abrazar al mundo con lo que viene, pero al mismo tiempo viene hasta aquí, hasta este mismo lugar que ahora ocupas tú y no maquilla el resultado de su propia vida, sino que juega con nosotros y sentándose junto a mi tronco, observo cómo escribe las reglas de su propia vida.
Unas reglas desde las que busca el conocimiento del verdadero amor, de la ansiada felicidad, del saber coordinar su espíritu presente con su alma del ayer para descubrir y poder compartir su amor con esa valentía que nace de su corazón».
Un escalofrío la hace volver a la realidad y comprende que existen otras maneras de comprender ciertas cosas. Lentamente cierra ese libro que acaba de leer mientras soñaba y levantándose de ese espacio que ha balanceado tantas de sus emociones, observa cómo el atardecer muestra la vida que tiene ante ella desde esa otra perspectiva que sólo la naturaleza es capaz de compartir. Siente que tiene que ser agradecida por todo lo que ese lugar ha compartido con ella y gira su cuerpo, extendiendo sus brazos al máximo que su propia flexibilidad corporal le permite, para abrazar con toda esa pasión que inunda su corazón a ese árbol que tanto ha compartido con ella.
Sintiendo la fortaleza natural de su tronco, la rugosidad y las imperfecciones de su corteza, las lágrimas que nacen desde su corazón y que inundan en ese momento sus hermosos ojos, terminan por alumbrar unas palabras grabadas sobre la misma piel del árbol y que hasta ese momento ni siquiera había visto:
Le llaman querer,
yo hablo de entender,
de dar sin esperar,
de escuchar sin juzgar,
de ver sin opinar,
de regalar sin recibir,
de respetar para amar.
Sus delicadas manos recorren cada una de las palabras, necesita sentir las emociones que surgen de las mismas para comprender, para poder entender cómo, cada una de ellas, le facilitan respuestas a esa última pregunta que tanto tiempo lleva realizándose en silencio… ¿Podrá algún día volver a ser las cosas como eran antes?
Ya no tiene una respuesta desde la perspectiva de esa niña que había llegado hasta allí y sí desde esa mujer que ahora comienza a entender lo que significa la libertad de amar desde el corazón. Mientras su figura se pierde en la profundidad del atardecer, el árbol de hojas rojas siente sobre sí los primeros rayos de su amiga la Luna. Ha llegado el momento de descansar, de saborear el gusto placentero de aquello que sólo se comparte desde el interior de su naturaleza más profunda, eso que los humanos llaman AMOR.
En esa habitación, ahora en silencio, una hoja permanece sobre la mesa del dormitorio. En ella, un hermoso dibujo muestra un corazón lleno de brillo, contraste, color y pasión…Por fin es Navidad y esa niña, ya transformada en mujer, está preparada para disfrutar de ella.
Adolfo López
Escritor&Coach
#SoyloqueAmo