La primera línea de batalla es una exposición integral de nuestra vida, con sus múltiples defectos y virtudes. Implica un análisis de cada uno de los espectadores y un juicio crítico -positivo o negativo- ante la realidad que presencian -la que ven o la que creen ver-.

La primera línea recibe el azote del viento más fuerte, la mayor fuerza del golpe y la primera mirada de quien ataca. A su vez, sostiene el peso de la responsabilidad de quien se protege  y el del compromiso de a quien se sirve. En esta línea batallan codo con codo locos, valientes y caballeros … los que teniendo mucho que perder, aún inconscientes del enorme peso de gloria que se forja en su interior, lo perderían gozosos si se hiciera justicia.

Hay tantas primeras líneas que asusta pensar que muchas filas estén vacías y la lucha encarnizada esté masacrando con la desesperanza al débil, provocando su rendición, abandono… o muerte porque no haya quien tome con determinación la armadura, escudo y espada.

En mi corta vida he conocido grandes luchadores que se creyeron débiles… y a débiles que creyeron ser invencibles… y ante la batalla, me sigue asombrando la fragilidad y la fortaleza humana, su excusa o  justificación, su desánimo o  aliento, su apatía o su gozo, su valentía o su miedo… en medio del fragor de la lucha.

Elegimos cada día, cada minuto, cada segundo… el ejército, la causa y la línea de posición…

Elegimos el batallón, la armadura y las armas con las que luchar….

Y si decidiéramos no hacerlo, de cualquier modo ya habríamos elegido lo anterior…

Maray.

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