«Cuando una puerta de la felicidad se cierra, otra se abre; pero a menudo miramos tanto tiempo a la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros».

(Helen Keller)

Todo en la vida consta de un pasado vivido, un presente que se vive y un futuro que imaginamos por vivir. Y en todo este caminar nos encontramos con personas y situaciones que hacen y provocan, en nosotros, experiencias y vivencias donde la resiliencia se convierte en nuestra mejor aliada.

Por resiliencia debemos entender la capacidad humana para lograr superar traumas y heridas que nos provocan nuestro discurrir por la vida. Esta emoción no la debemos tomar o recomendar como esa píldora de la felicidad que lo soluciona todo, más bien debemos verla como una actitud positiva que puede ayudarnos a reparar los daños sufridos.

Las personas que viven momentos donde la resiliencia forma parte de ellas, se sienten como esa pelota de caucho que a pesar de los diferentes impactos que recibe siempre logran volver a su estado original. Y no todas las personas están dispuestas a disfrutar de esa resiliencia, es más, pueden incluso no estar interesadas en lograr superar esos momentos de dolor porque, y aunque nos pueda parecer sorprenderte, se sienten cómodas viviendo en ese escenario donde se sienten protegidas y apoyadas por su entorno más cercano.

Si paro y observo la realidad que gira alrededor mía, veo como se habla en demasía de como vivimos tiempos de resiliencia. Hoy la usan desde políticos, gurús de la autoayuda, deportistas y militares para comunicarte esa frase tan manida… «tú puedes». 

Se han apropiado de este proceso emocional y están logrando corromperlo para su beneficio ya que lo usan como fórmula del éxito cuando su significado nace siempre desde la faceta en las relaciones interpersonales (es una interacción recíproca entre dos o más personas. Se trata de relaciones sociales que, como tales, se encuentran reguladas por las leyes e instituciones de la interacción social).

Estos tiempos de «abundante» resiliencia, tiempos donde tanto se habla de redefinir objetivos, reinventarse, nuevas perpectivas y adaptaciones emocionales a la carta, han logrado cruzarse en mi camino de vida justo en estos momentos para lograr hacer de mi ese tronco de la palmera que se deja vencer por el aire, aguantar estoicamente los calurosos rayos que manda nuestro ingente Sol y vislumbrar desde la altura la mágica vida que me envuelve.

Hace ya unos meses tomé una de las decisiones más importante de mi vida, decisión cargada de un dolor tan profundo que logró atravesar cada pequeña célula de mi cuerpo. Desde ese escenario, donde mi presente no iba más allá de las profundidades oscuras de cualquier pozo, decidí transformar todo ese dolor que acumulaba en mí, en acciones constructivas y llenas de libertad.

Y aquí continúo, aprendiendo todo lo que me ofrece la biología del amor, acercándome a la naturaleza que me ofrece respirar de su simplicidad,  ese grado de espiritualidad que me aproxima a una fe que todos llevamos y dentro y, como no, desarrollando esa faceta oculta que he guardado durante tantos años y que ahora he permitido que renazca de manera libre. Escribir, mi gran pasión.

Y tú… ¿cuánto de resiliente tienes?

Adolfo López García

Escritor&Coach

#SoyloqueAmo

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