Hace ya unos días, compartíamos con un maravilloso grupo de padres un taller educativo, desde el cual, los invitábamos a adentrarse en sus propias emociones a fin de que supieran detectar y acompañar a sus hijos en cada una de las emociones básicas que existen.
Ser conscientes que desde pequeños hemos sido educados para no sentir lo que sentimos, fue el inicio de esta aventura para descubrir que muchas personas disponen de sus vidas fuera de si mismas, colocándolas alrededor de otras, buscando en ellas una seguridad que ellos no tienen.
Y todo esto lo hacen por un sentido de falsa seguridad que no poseen en su etapa de adulto, ya que en su etapa de niños nadie se preocupó de educarlos para vivir toda esa vorágine de experiencias que resultan ser las emociones y los sentimientos.
Durante los últimos cuarenta años, en este país, el aprendizaje que los niños de entonces recibimos no dicta mucho de la que hoy están recibiendo nuestros hijos. Un aprendizaje donde conceptos como empatía, asertividad, esfuerzo y compromiso han sido depositados en un cajón cerrado en la gran mayoría de nuestras escuelas.
Por contra, fuimos antes y son inundados ahora de gran cantidad de conocimientos. Llenan sus cerebros de tal cantidad de información que más tarde, y no con cierta ironía, se preguntan por la falta de claridad que muchas de estos niños tienen con respecto a como deben gestionar toda esa avalancha de información.
Si tuviéramos verdadero interés por conocer la realidad de nuestro modelo educativo, si nos sentáramos a contemplar la realidad que actualmente se vive, podríamos ser conscientes de la gran cantidad de niños que se están educando para vivir su vida desde la frustración y, desde esa emoción, construirán y vivirán una personalidad depresiva, llena de falta de confianza y autoestima.
Pasar de esa fase de depresión a una fase de ansiedad sólo hay un paso, dado que es la cuna perfecta para que crezcan y se desarrolle ese miedo a no ser uno mismo.
¿Cuántas niñas y niños se muestran cada día más ansiosos, solitarios, con cierto desamparo y sedientos por alcanzar objetivos y metas, en demasiadas ocasiones, alejadas de aquello que realmente necesitan para su edad?
En estos últimos tiempos he escuchado a muchos padres, docentes y orientadores el hecho de apreciar una falta de motivación en los niños actuales, sin que sean conscientes, en la mayoría de los casos, que los actuales adultos ya vivimos esa misma sensación durante nuestra infancia. Debemos recordar que el actual aprendizaje se basa en formar a robot repletos de conocimientos, acostumbrados a que se le inyecten mediante unas dosis llamadas tareas y que luego ponen a prueba mediante un proceso de evaluaciones, con el fin de detectar si la fabricación en serie de estos niños se ajustan a los parámetros diseñados.
Comprobar como esa supuesta falta de motivación de los niños actuales, se van trasladando a presentes y futuros cuadros depresivos, cuanto menos, deberían servir para que se nos encendiera una luz roja de emergencia. Una urgencia que debería hacernos plantear realmente por qué y para qué se está actuando de esta manera.
De todos es conocido que existen grandes movimientos empresariales y sociales que siempre han marcado el porvenir del resto de la sociedad, pero de igual manera que hoy somos conocedores de estos hechos, sería conveniente que despertáramos de una vez por todas de este letargo que nos acompaña hoy en día en la actual sociedad.
Si logramos cambiar tantos paquetes de conocimientos por ciertos paquetes emocionales, podríamos descubrir como gran parte de esos miedos que atenazan a nuestras niñas y niños, los cuales están provocando un cada vez más claro proceso de individualización, de querer convertirse en alguien «diferente» para evitar perder la alineación con todo lo que le rodea, servirían para empezar a conseguir que volvieran a ser uno mismo, alejándose de esa diferenciación con los demás y que sólo les provoca el querer compartir cada vez menos con sus seres más queridos y cercanos.
Ha llegado el momento de dejar de fabricar niños robot para permitir que el miedo a ser uno mismo se convierta en el verdadero generador de emociones y sentimientos, de esta manera estaremos permitiendo construir lo que cada uno de estos niños desean ser y no lo que a ti como madre o padre, a los docentes o los otros estatutos sociales que influyen en su educación quieren para ellos.
Se habla de cambios de paradigma en el aprendizaje y educación de nuestros hijos, muchos de los cuales me parecen geniales. Pero sería conveniente no perder la referencia de por donde debe comenzar el verdadero camino. te invito a que lo descubras en mi libro 1+1+1 La Mutación del Sistema Educativo ( http://bit.ly/mutación)
Yo lo tengo claro ¿y tú?